Enric Gonzalez

Enric González hilvana, muy levemente, una serie de reflexiones y datos curiosos sobre la ciudad en la que pasó unos años como corresponsal del diario El País. Se entremezclan las historias sobre las afecciones cardíacas de Lola, su mujer, con las historias de los clubes de fútbol y las estaciones de metro. Describe los barrios y un poco de la vida del día a día, así, a vuelapluma. Explicado así el tema es poco interesante, pero EG escribe muy bien y la lectura es realmente agradable. Tiene también de NY y Roma, y caerán en 2013. Muy entretenido.… (meer)

Tercero de la serie de historias de Enric González (Historias de Londres, Historias de Nueva York). Estas historias no son tan líricas como los recuerdos que el autor nos brinda sobre sus compañeros muertos Ricardo Ortega y Julio Anguita en Historias de Nueva York, pero en más de una ocasión el autor, tan parco en palabras cuando se trata de volver la cámara hacia él, baja por un momento la guardia y nos suelta cinco o seis párrafos seguidos desde dentro, y podemos apreciar que bajo la crónica amable de la ciudad hay un escritor que podría escribir muchas más cosas. En este volumen EG nos habla del fútbol, cómo no, de Berlusconi, de la historia de una ciudad que se ha reinventado muchas veces a sí misma para seguir siendo siempre ella. Nos cuenta historias de burócratas y del Vaticano, del Opus y de la mafia. Nos guía por los paseos en la neblina romana buscando cúpulas que le ponen a uno en paz con el mundo. Me ha gustado mucho este libro. En el epílogo que añade al final de su obra conjunta de las tres historias menciona que no habrá unas "Historias de Jerusalén", ciudad a la que fue de corresponsal tras Roma. Una auténtica lástima.

Para acabar, una cita de un escritor que ha pasado a estar entre mis favoritos: "No soy un admirador fanático de la especie humana, fruto de la evolución y de la supervivencia genética de los ejemplares más astutos y agresivos. No creo en Dios porque nunca he percibido indicio alguno de su existencia, pero mi escepticismo ante lo humano es tan grave que defiendo una norma de vida técnicamente insostenible e indudablemente conservadora: pensar y obrar como si Dios existiera, como si hubiera que rendir cuentas; recurrir, en fin, a aquello que antes, cuando existía, se llamaba conciencia. Es una tontería, ya lo sé. Aún me parece más tonto, sin embargo, proclamar la existencia de Dios basándose en una cita de Kant.
Admito, en todo caso, que el impulso irracional en búsqueda de lo divino puede producir maravillas. Nadie sabrá nunca si MIguel Ángel creía o no creía y, si creía, en qué creía. Pero dejó la cúpula de San pedro. Obsérvenla, si pueden en una noche de neblina. No solo es hermosa. Es moralmente elegante."… (meer)