Delphine Horvilleur

Et moi qui, petit, trouvait les discours des curés interminables et que pour dire la même chose ils auraient été bien inspirés de raccourcir leur prêches. Je n’avais pas encore entendu de rabbin.

Oui, car malgré la petite taille de l’ouvrage, Delphine Horvilleur se perd en circonvolutions – souvent très drôles et fort bien écrites – pour arriver à ses fins.

Comme Le siècle des égarés que je lisais juste avant, Il n’y a pas de Ajar tente de lutter contre les "identités".

Hélas, toutes ces digressions, traits d’humour, métaphores et images m’ont égaré, noyé dans un propos qui perdait en lisibilité. Et d’ailleurs, l’identité, c’est quoi ?… (meer)

Este libro aborda un aspecto esencial de la experiencia humana: nuestra relación con quienes nos han dejado, con nuestros difuntos. Su autora, una de las primeras mujeres en ejercer como rabina en Francia, relata con delicadeza y sabiduría sus experiencias consolando a quienes han perdido a un ser querido. En su opinión, su cometido fundamental es transformar la muerte en una lección de vida para los que se quedan, es decir, «acompañar a mujeres y a hombres que en un momento crucial de sus vidas necesitan narraciones». El tapiz de este tratado de consuelo se teje con tres hilos: la evocación de la vida interrumpida, la interpretación de los textos sagrados y las tradiciones funerarias y la rememoración de ciertos episodios de la vida de su autora; con ellos construye un relato que entrelaza a vivos y muertos: «el papel del narrador es quedarse junto a la puerta para asegurarse de que permanece abierta. (…) Solo cuando la vida y la muerte se dan la mano puede continuar la historia.»

Horvilleur combina magistralmente lo personal con lo colectivo, la sabiduría ancestral con los interrogantes contemporáneos, en una obra que nos da las claves para afrontar la muerte con serenidad y que es, ante todo, un poderoso himno a la vida.… (meer)