Tengo que decir que me ha sorprendido el Aristóteles pegado a la tierra, ejerciendo aquí de lo que hoy llamaríamos, un tanto pomposamente, "politólogo". Uno tiene que tener, de todos modos, cierto conocimiento de la Grecia clásica, al nivel de un estudiante de bachillerato antiguo, para entender tanto las alusiones como el contexto de determinadas ideas. Así, la "democracia" de la que habla nuestro autor no tiene nada que ver con la actual, porque deja fuera a todas las mujeres, a todos los esclavos y a todos los que tienen que trabajar para ganarse la vida, aunque el Filósofo admite que exiten democracias "extremas" (siempre hay radicales) que incluyen a estos últimos, siempre que sean hombres legalmente libres.

Bueno, pues nuestro autor discute tranquilamente sobre los pros y los contras de los regímenes políticos de la Grecia de su tiempo, desde la tiranía a la democracia extrema, con todo lujo de detalles. Parece que detrás había un imponente trabajo de documentación previa en forma de una colección de constituciones de ciudades que, desgraciadamente, se nos han perdido. Al final, empieza a describir su ciudad ideal, aunque el libro está incompleto. Pero lo más importante, en mi opinión, no son los resultados de su análisis sino la base de la que parte: el objetivo de la comunidad es la felicidad de sus miembros. Para ello hay que distinguir entre tipos de comunidades, porque no es lo mismo una casa que un estado (pese a lo que hoy afirman los neoliberales), y a partir de aquí, como digo, se lanza al largo análisis de la política de su tiempo. Pero no nos engañemos: para Aristóteles, el mejor gobierno es el gobierno de los mejores, y no puede ser que todos sean los mejores, ergo la democracia tiene en sí misma el germen de su mal funcionamiento. Ahí está el libro, que debería ser menos mencionado y más leído. ( )