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Historia de la lengua española (1981)

door Rafael Lapesa

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1223223,489 (4.25)1
Ofrece, de forma compendiada,una visión histórica de la constitución y desarrollo del idioma español.
Lid:llibresantjoan
Titel:Historia de la lengua española
Auteurs:Rafael Lapesa
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Historia de la lengua española door Rafael Lapesa (1981)

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Esta de Rafael Lapesa es la obra más clásica empleada como manual por todos los universitarios dedicados al estudio de la lengua española cuando se trata de abordar su historia. Así que su consulta es imprescindible para quien quiera saber algo sobre el tema. ( )
  Eucalafio | Oct 23, 2020 |
Leer este libro fue un requisito para pasar la materia de Filología hispánica en mi carrera. Aunque no le hice una lectura muy profunda noto que es un libro exhaustivo y hermoso. Algunas anécdotas que cuenta Lapesa (como la del emperador hispánico que es motivo de burlas en el senado romano por su fuerte acento) se quedaron rondando mi mente por días. Desde historia hasta fonología, literatura y filología, todo lo que necesites saber sobre nuestra lengua está aquí. ( )
  LeoOrozco | Feb 26, 2019 |
Tradición e innovación en las investigaciones en la historia de la lengua española
Paul M. Lloyd. Universidad de Pennsylvania

Dentro de las limitaciones de espacio y tiempo de que dispongo para esta breve contribución al congreso, me veo obligado a ofrecer algunas ideas más bien en forma de escorzo en vez de presentarles un comentario detallado. Si dejo de mencionar algunas obras o algunos temas de valor, no será por falta de buena voluntad tanto como por la brevedad necesaria en una ponencia de este tipo. No puedo hacer una reseña de todas las obras más importantes de años recientes, tarea además ya realizada con gran claridad y concisión en un estudio de Thomas J. Walsh (1990) a quien remito para detalles bibliográficos.

Mi tema consta de dos divisiones grandes: tradición e innovación, lo cual no significa que no sea necesario distinguir entre otras subdivisiones conceptuales, o sea, la posibilidad de innovación dentro de la tradición y la innovación conceptual a que puede contribuir aspectos y elementos de la tradición. Veamos unos ejemplos.

Una de las obras más tempranas de historia lingüística del español es la de Bernardo José de Aldrete, Del origen y principio de la lengua castellana ó romance que oi se usa en España del año 1606. En este libro Aldrete presenta como prueba de su tesis de que el castellano o romance es descendiente directo del latín traído a la península una serie de lo que hoy podríamos llamar «leyes fonéticas». Es decir, Aldrete cita listas de palabras latinas de toda clase y sus equivalentes en castellano, mostrando por la regularidad de las equivalencias que debe haber una conexión directa entre el étimo latino y su reflejo moderno. A pesar de que Aldrete no había adoptado como suyo el lema de los Junggrammatiker que «las leyes fonéticas no conocen excepciones», es evidente que en práctica obraba con el concepto. Desde entonces, todas las gramáticas históricas del español (como de otras lenguas) han empezado con un estudio más o menos extenso de los sonidos de la lengua y su evolución. La gran ventaja ofrecida por el estudio de la fonética es la limitación necesaria a un grupo no muy extenso de unidades, lo que permite al investigador hacer un estudio bastante completo. Además, los sonidos son elementos que esencialmente carecen de significado por sí mismos y sólo en otro plano de la lengua, la morfología, ganan significado y función.

Una parte de la tradición de la fonética histórica es la limitación del estudio al establecimiento de correspondencias diacrónicas entre los étimos y sus reflejos medievales y modernos como hizo Aldrete (Aldrete, Libro II, cap. X) sin ninguna tentativa de explicar esas correspondencias. El investigador puede considerar un gran numero de tales correspondencias como testimonio suficiente para mostrar una descendencia histórica del español del latín (con exclusión, naturalmente, de los préstamos cultos). Esta tradición seguirá en el futuro, sin duda, pero otro aspecto de la tradición seguramente cambiará. Los manuales de gramática histórica tradicionales suelen limitarse precisamente a los sonidos individuales sin más ni más. Esta tradición se ha llamado en algunos lugares el punto de vista «atomístico». Por ejemplo, podemos ver en el Manual de Menéndez Pidal, y el de García de Diego y los más recientes de Lathrop y Resnick que por lo general sus autores presentan cada sonido (o cada letra) y cada combinación de sonidos, uno por uno. A veces, como en el manual de Menéndez Pidal, hay una discusión bastante extensa de las palabras excepcionales.

En esta tradición no se suele discutir las conexiones posibles entre diferentes sonidos que muestran cambios semejantes ni se extiende el estudio de los cambios fonéticos más allá de la descripción escueta con poca atención a la explicación de por qué y cómo ocurren los cambios. Así Menéndez Pidal menciona la pérdida de la cantidad vocálica del latín antiguo, pero fuera de eso no dice nada sobre las causas ni el proceso de la isocronía. Otros cambios importantes se mencionan a veces pero como si su desarrollo no necesitara explicación. Un ejemplo notable es el caso del ensordecimiento de las sibilantes sonoras del castellano medieval, sin duda un cambio único en las lenguas románicas occidentales. Menéndez Pidal, por ejemplo, dice en una línea que las sibilantes sencillas intervocálicas se confunden desde el siglo XVII (pág. 113), y en otra que las africadas asibiladas también se confunden (pág. 149) pero es lo único que dice del asunto. No menciona que hay quizá una conexión entre los dos fenómenos. Hanssen y García de Diego ni siquiera hablan una vez del asunto, y Lathrop hace una sola referencia al ensordecimiento de las sibilantes intervocálicas (pág. 88). Resnick informa al lector del ensordecimiento en una página sin detalles (pág. 111). Una excepción a esta indiferencia hacia las causas de los cambios es el famoso cambio de /f-/ > /h-/, que casi todos parecen sentir que necesita alguna explicación, siquiera en algunas frases.

Uno de los temas más importantes de las ciencias humanas en el siglo veinte es el concepto de la «estructura», o sea la idea fundamental de que los elementos en una actividad humana tienen que estudiarse como unidades dentro de un sistema. Es decir, estos elementos, de cualquier naturaleza que sean, sólo pueden comprenderse plenamente si se los considera no como entidades aisladas sino como partes de una red de relaciones de la que ganan su «valor». Esta innovación nos ha permitido comprender mejor el desarrollo fonético de los sonidos de una época histórica a otra, partiendo de la idea de que todo cambio fonético tendrá repercusiones en las otras unidades del sistema. Esta orientación puede contribuir a una explicación de la dirección que toman los cambios fonéticos que falta en los libros tradicionales. Así es que en estudios más recientes se nota que en vez de sólo presentar los cambios de la forma más breve posible hay por lo menos un esfuerzo de mostrar por qué estos cambios ofrecen un problema al investigador y cuáles son sus causas posibles, como se ve en Lloyd (1987), y en menos detalle en los manuales de Cano Aguilar y Penny. El manual de fonética histórica de Ariza Viguera es un ejemplo notable de este cambio de punto de vista. Podemos suponer que desde ahora será imposible hablar de los cambios fonéticos sin tener en cuenta la necesidad de buscar explicaciones de éstos.

El estudio de la morfología nominal y verbal también forma parte esencial de la tradición «fonética», por decirlo así, siendo los morfemas algo parecido en su aspecto concreto a los fonemas de una lengua. Aunque es difícil separar claramente la morfología y la sintaxis (y algunos ni quieren hacerlo, prefiriendo hablar de «morfosintaxis»), el desarrollo fonético de los morfemas, sobre todo los que forman parte de los paradigmas, suele ser un tema de importancia en la tradición de la gramática histórica. Al mismo tiempo, como los morfemas forman parte de los sistemas verbal y nominal, es más obvio que en el caso de los fonemas que sus cambios se deben a más que a cambios físicos. La analogía, que ha hecho un papel tan importante en el cambio morfológico, obliga al investigador a pensar, por lo menos hasta cierto punto, en las causas del cambio dentro de una estructura. Así vemos en los manuales tradicionales una sección de morfología, si no tan grande que la fonética, por lo menos, de alguna extensión. Por ejemplo, en el Manual de Menéndez Pidal hay 130 páginas sobre la morfología, en contraste con 170 de fonética, mientras que García de Diego tiene una proporción menor de morfología a fonética: 55 páginas a 125.

En cuanto a la evolución de la formación de palabras varía grandemente en los textos más conocidos. Siendo, como es, por lo menos una parte de la lexicología, los investigadores pueden creer que no forma parte esencial de la gramática histórica. Menéndez Pidal tiene solamente 7 páginas en contraste con 50 páginas en Hanssen y 36 en García de Diego.

Dentro de esta tradición de estudio del desarrollo fonético-morfológico, una innovación que seguramente va a contribuir al estudio completo será el hallar nuevas fuentes de información para los cambios fonéticos y quizá morfológicos. Podemos mencionar de paso las concordancias del Dictionary of the Old Spanish language (de Lloyd Kasten y John Nitti, de próxima aparición en la Universidad de Wisconsin) (Dworkin). (El diccionario del español medieval de Müller también será una gran ayuda a los investigadores). El haber puesto en forma magnética para uso de los ordenadores modernos hará posible una riqueza de datos que antes era sólo posible con muchísimos años de lecturas de ediciones que muchas veces no reflejaban fielmente los manuscritos originales. El tener a mano del estudioso estas fuentes seguramente nos permitirá hacer muchas precisiones en el futuro (véase por ejemplo el artículo-reseña de Craddock, 1985-86). Aquí una innovación resulta de la nueva tecnología del ordenador electrónico que ha contribuido tanto a la manipulación de cantidades enormes de datos en la última parte del siglo veinte. El DOSL evita muchos errores (no todos) que se deben a las ediciones defectuosas de textos medievales mediante el uso de los manuscritos antiguos más fidedignos para las transcripciones electrónicas en que se basa el diccionario.

También estudios recientes más detallados y de aspectos de la fonética no estudiados profundamente hasta ahora podrán presentar nuevos hechos sobre la fonética histórica. Las obras detalladas de Pensado (1981, 1983) seguramente serán una fuente valiosa, como se ve en un estudio reciente de Craddock (1991) que demuestra lo que debe llamarse una nueva «ley fonética» del castellano. Y por lo que se hace a otros estudios que no han formado parte de lo tradicional en el estudio de la historia lingüística, abajo se hará referencia.

Aquí podemos considerar también unas innovaciones conceptuales sobre lo que debemos considerar las fuentes del románico medieval. La obra maestra de Menéndez Pidal, Orígenes del español, por primera vez hizo uso de textos que parecían estar escritos en lo que modernamente llamaríamos latín. Concentrándose en los «errores» de escritura Menéndez Pidal percibía no simples errores debidos al descuido sino indicios de la pronunciación vernácula del día. El que Menéndez Pidal considerara las variantes ortográficas como paralelas a la variación fonética de los estudios dialectales de su día le permitía encontrar los comienzos de los cambios fonéticos típicamente castellanos mucho antes de lo que se había creído posible antes. La concepción de Menéndez Pidal parecía muy moderna en ciertos aspectos (Lloyd, 1971). Es decir, Menéndez Pidal creía ver en estos textos testimonio directo de la variación producida cuando una tradición antigua cede terreno gradualmente ante una nueva tradición fonética con la que está en competencia. A pesar de que puede haber ciertos reparos en cuanto a la manera en que Menéndez Pidal recogía sus materiales (p. ej., Torreblanca, 1989-90), la originalidad del maestro no podría contestarse.

Menéndez Pidal nunca llevó a su última conclusión las implicaciones de su punto de partida, y se limitaba mayormente a la variabilidad fonética con unas pocas páginas sobre la morfología y la sintaxis. últimamente hemos visto una verdadera innovación conceptual que ofrece la posibilidad de revolucionar nuestra actitud hacia las fuentes utilizables para la investigación de los orígenes del románico. La tesis de Roger Wright (1982) sobre la interpretación de los textos escritos en la Europa románica después del fin del gobierno imperial (y antes también) ha suscitado un interés enorme. Según la interpretación de Wright y otros, podemos considerar los textos escritos de la época carolingia en territorio románico no ejemplos de lo que hoy nos parece «otra lengua», es decir, «el latín», sino sólo la forma establecida para escribir la lengua románica cotidiana. Es decir, no hay que confundir la situación en la Europa románica con la de los territorios no románicos como la Gran Bretaña, Irlanda, y la tierra germánica y céltica de Europa donde en efecto lo que se escribía era de verdad una lengua claramente distinta de la hablada (Wright, 1991 a). Si contiene por lo menos una parte de la verdad, la tesis de Wright nos permitiría utilizar muchos textos que antes se excluían del campo de «lo románico», como, por ejemplo, colecciones de cartularios municipales y otros documentos escritos por escribanos inferiores que carecían de un conocimiento activo del lenguaje literario de las grandes obras clásicas y las obras de los padres de la iglesia (Blake, 1987). Y no tendríamos que limitarnos a lo fonético, como había hecho Menéndez Pidal. También la sintaxis de estos documentos podría ilustrar bien la sintaxis del romance de su tiempo y no solamente la fonética (Blake, 1991, 1991 a; aparecerá).

Este punto nos lleva a una consideración de un aspecto del desarrollo histórico que tradicionalmente no suele estudiarse con mucho detenimiento en las gramáticas históricas: la sintaxis. El estudio de la sintaxis histórica ha ocupado siempre un lugar muy modesto en las gramáticas históricas. No es que falten estudios históricos de la sintaxis. Algunos manuales como el de Menéndez Pidal sólo toman en consideración la fonética y la morfología, aunque su autor había prometido una sección sobre la sintaxis (según Catalán, 1974, 72). Mi proprio texto pospone la sintaxis para un segundo tomo. Los manuales de Resnick y Lathrop siguen a Menéndez Pidal en esto. En cambio, Hanssen dedicaba casi 90 páginas a la sintaxis. García de Diego examina también unos aspectos sintácticos, como la concordancia, e incluye una sección sobre lo que llama «propiedad» que incluye cambios léxicos y semánticos, además de las equivalencias españolas de los casos latinos, el uso de los pronombres en el Siglo de Oro, y otros temas que son parcialmente sintácticos. Cano Aguilar tiene en su sección sobre el castellano medieval una parte extensa sobre la «morfosintaxis», con énfasis en como refleja la morfología románica los cambios en los patrones sintácticos del latín. Lapesa, en su gran historia (1981), tiene varias secciones sobre la sintaxis en su capítulo sobre el castellano medieval y del siglo de oro, pero bastante reducidas en comparación con otros temas.


Uno de los problemas principales con el estudio del desarrollo sintáctico ha sido la definición precisa de exactamente lo que es la sintaxis. De todos los aspectos de la lengua es el en que la «dependencia... de otros modos de percibir los hechos lingüísticos varía con diferentes escuelas y con diferentes lingüistas» (Dembowski, 1980, I: 159). Al mismo tiempo ya que el enfoque principal de la teoría lingüística en los últimos 30 años ha sido precisamente la sintaxis es más que probable que sea estudiada con más atención en el futuro. Para esta clase de estudios los textos en forma electrónica mencionados arriba como base del DOSL pueden ser de utilidad cuando se estudia la sintaxis de uso de palabras individuales, como, p. ej., los adverbios y o ende (Wanner, 1991, 180-8l). Para estructuras mayores, como las frases, todavía falta una base adecuada que se podría utilizar de la misma forma. Hasta ahora el investigador tiene que leer muchísimos textos en busca de los rasgos que se estudian, y si por alguna razón los hechos recogidos por el estudioso no son adecuados, los textos necesariamente tienen que releerse. Por eso los planes de Dieter Wanner de la Ohio State University de construir una base electrónica de estructuras sintácticas en la prosa del castellano medieval puede hacer posible muchos estudios de mayor extensión. Hasta ahora, sólo existe una cantidad reducida de textos en forma electrónica con codificación de los papeles sintácticos de cada palabra, como, por ejemplo, «sujeto», «verbo», «objeto», grupo preposicional con determinante, sustantivo, etc. Las frases mismas también tendrían una clasificación al nivel de la frase, p. ej. frase aseverativa, imperativa, interrogativa, relativa etc. (para más detalles ver Wanner, 1991). Hasta la fecha la base existe sólo en forma tentativa (un «pagaré» como dice Wanner). Requerirá mucho trabajo para establecerse, pero creo que ofrece la posibilidad de estudios de gran extensión, puesto que estaría al alcance de todos los interesados y no solamente pocas personas. La existencia de tal base seguramente estimulará a muchos a emprender estudios que antes habrían necesitado demasiado trabajo para hacerse.

Otra tradición notable, especialmente de las historias de la lengua, más que en las gramáticas históricas, es el tomar los textos literarios como fuente principal de información sobre la lengua. Por ejemplo, en el estudio del orden de las palabras en el español medieval en la gran Historia de Lapesa el autor usa como fuente casi única El cantar de Myo Cid (Sec. 58). Lo mismo se ve en la popularización de Alatorre, recientemente reeditado. En esto, puedo hacer mías las palabras de Rolf Eberenz, que confirman lo dicho por Catalán (1974, 131-2 l), en su luminoso artículo del año pasado:
«Convendría explorar más detenidamente los documentos relativos a otras esferas de la vida, y ello no sólo para el estudio del léxico y la fonología, ... sino también para el análisis histórico de la morfosintaxis».

Con Eberenz, me es difícil creer que es justo hablar de la «lengua del Siglo de Oro» u otras épocas o generaciones literarios si en eso hay una implicación de que hay « ... isomorfismo entre las transformaciones del idioma y las corrientes artísticas, extremo que hasta el momento no se ha podido probar con argumentos convincentes».

Según Eberenz lo que hasta ahora no se ha hecho es estudiar la relación entre los grandes movimientos sociales como la colonización y repoblación de la península en la Edad Media, la crisis social y dinástica del siglo XV, etc. y su relación con la lengua. En realidad, sí se ha estudiado tal relación pero ha sido bastante excepcional, como en un artículo de Sturcken, o los estudios de Peter Boyd-Bowman sobre los orígenes de los colonistas españoles en la América del siglo XVI y muchos estudios relacionados, como el de 1973.

Hacer pronósticos del futuro es siempre arriesgado. Un descubrimiento inesperado puede abrir una puerta a la investigación de cuya existencia antes ni siquiera se había sospechado. Nuevos puntos de vista pueden obligar a los investigadores a repensar mucho, si no todo, de lo que han hecho. Por eso, no es posible determinar con seguridad los caminos que seguirán los estudios de nuestra disciplina. Al mismo tiempo, es posible percibir ciertos senderos en los es probable que vayan los estudios, y quizá en esta contribución muy breve he podido indicar cuáles pueden ser algunos de ellos. ( )
  MareMagnum | Nov 22, 2005 |
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