Una reivindicación de la memoria histórica desarrollada en una compleja forma narrativa que no te permite abandonar la lectura de esta ignominia que parece no terminar nunca. Marta Sanz da voz a tres personajes fundamentales, uno de los cuales es el coro formado por todos aquellos que continúan enterrados en fosas y cunetas, y los otros dos, son las mujeres que los salvarán. Una de ellas, la mayor, heredera de la más joven en esta faena, confirmando que quien te ama cuidará de tus amores cuando tú hayas muerto. Incluso de los amores enterrados.
Encontramos también una denuncia de la violencia a la que las mujeres se ven sometidas, ayer y hoy igual, y su utilización en tiempos de guerra y posguerra.
Sanz no nos ahorra ni una pizca de horror ni de dureza en toda la historia en la que entra con la naturalidad y la paciencia del amanuense hasta dejarnos sin aliento.
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Paula Quiñones llega a Azafrán para localizar fosas de la Guerra Civil. Nada más poner su pie cojo en el pueblo siente que el cielo se encapsula sobre ella y una goma invisible tira de su cuerpo para alejarla de su destino: el hotel de los Beato, ubicado junto a un cartel en el que se lee «Azufrón». Ese verano Paula mantendrá correspondencia con Luz, suegra del detective Zarco y, junto con él, uno de los personajes principales de Black, black, black: le contará sus amores con David Beato en un hermoso jardín. También le descubrirá sus temores respecto a la existencia de un delator y le relatará las leyendas familiares que alimentan el estómago del hotel. Mientras tanto, Analía, madre de David, cuida amorosamente de Jesús Beato, dulce patriarca que acaba de cumplir un siglo, y atiende a los mensajes que este le sopla al oído… Y, con Zarco ausente, viviendo las peripecias de Un buen detective no se casa jamás, una atmósfera gelatinosa y endogámica amenaza con aplastar a Paula. El western expresionista se enturbia hasta llegar al extremo de un terror habitado por animales que podrían hablar pero permanecen mudos; una niña que quiso ser cantante y peona caminera; y una famélica legión, sarcástica y piadosa, putrefacta y descacharrante, de fantasmagóricos niños perdidos y mujeres muertas que reclaman, contra el signo de los tiempos, «lea despacio…».