Debo confesarme como admirador de Unamuno. Comencé a leer sus obras cuando residía en Granada y fue casi de una atacada. Poco tiempo después compré en Granada o en Hellín un ejemplar de su «Diario íntimo», que un joven encuadernador de Albacete me perdió (sin mala intención) junto con un facsímil de mala calidad del «Poema del Cid» editado por el MEC. Éstos debían ser sus datos:

Diario íntimo / Miguel de Unamuno ; prólogo estudio del P. Félix García. -- Madrid : Escelicer, 1970. -- XXV, 412 p., [1] h. de lám. : facs. ; 24 cm. -- DL M 24289-1970

El disfrute de la lectura de aquel libro me lo proporcionaba, además de su contenido, el que sus páginas reproducían fotográficamente las hojas pautadas de la libreta con el texto manuscrito y, por si había alguna dificultad añadía, bajo la foto, su transcripción. Leer a Unamuno con su propia letra proporciona unas sensaciones que quizá ya no se obtengan con manuscritos mecanográficos o informáticos. ¡Y, a pesar de los años, hablo en presente!

Con la relectura de «San Manuel Bueno, mártir» me encuentro con una novela corta que es una pura contradicción entre esperanza y desamparo, o viceversa. Hay que leerla despacio y disfrutarla.

No voy a copiar o intentar escribir su argumento; está hecho en el artículo correspondiente de la Wikipedia:(espero que se conserve en el tiempo -¿dónde llegará Internet?-). ( )