Jesús Vergara

Es un estupendo estudio sobre lo que dice el título, en especial en su primera parte. Después aparecen demasiadas listas de nombres que acaban aturdiendo y uno no sabe bien de qué estábamos hablando. Pero, como digo, hasta la mitad es un muy buen trabajo. Se puede ver cómo se va evolucionando del folklorismo al regionalismo cultural, del que se desprende un regionalismo político que, en la época estudiada, aún no es claramente nacionalista, pero que llegará a serlo. Aunque se estudia el relativamente desconocido caso andaluz, las concomitancias con Cataluña, País Vasco o Galicia están claras y el autor no las esconde tampoco. Es un estupendo ejemplo de cómo no podemos entender lo que nos pasa sin saber lo que nos pasó antes. Y hay que añadir que, en este caso concreto, el estudio se dificulta por las muy escasas fuentes documentales existentes: el autor tiene que apañárselas sin documentación de archivo, utilizando solo bibliografía y periódicos de la época. Por supuesto, para un sevillano el interés aumenta, no solo por aquello de saber quiénes son las personas cuyos nombres conocemos hoy por las calles que les han dedicado, sino también por alguna que otra curiosidad, como enterarse de que uno de los andalucistas más fervorosos fue el fundador de las confiterías Ochoa, un clásico entre los clásicos de la Sevilla más rancia.… (meer)

Al finalizar el libro tengo una sensación ambivalente. Por un lado, no puedo tomar en serio la pretensión de considerar a san Hermenegildo precursor del nacionalismo andaluz, o creer que la rebelión del duque de Medina Sidonia en 1521 tiene un matiz nacionalista. Tampoco estoy seguro de que, en el otro extremo del arco cronológico, las actividades de los múltiples grupúsculos más o menos independentistas y revolucionarios que pululan y han pululado por Sevilla en los últimos veinte años tengan verdadero interés histórico. Pero, por otra parte, sí es cierto que hay un nacionalismo andaluz que se va formando a partir, sobre todo, de mediados del siglo XIX, en paralelo a todos los nacionalismos europeos hijos del romanticismo, que alcanza su cénit durante el primer tercio del siglo XX y que luego se eclipsó durante el franquismo, para reaparecer en la democracia, ya muy cambiado por mor de las circunstancias. En mi opinión, y a la vista de los datos que expone Jesús, sólo el Partido Andalucista podría considerarse hoy heredero de los ideales de Blas Infante y sus compañeros, pero su evolución política está muy poco clara. En todo caso, creo que es importante rescatar la historia de este andalucismo y de los nombres asociados a él. La intención política del autor es clara, y no la esconde (tampoco tiene por qué hacerlo, desde luego); yo no la comparto en su totalidad, ni tampoco el mito de una Andalucía eterna pero, paradójicamente, revolucionaria a la vez, algo que es difícil de cuadrar. Pero, por encima de esa intención, aquí está el recuerdo de una parte de nuestra historia que debemos asumir y recordar como cualquier otra, porque ha tenido su papel en lo que hoy llamamos Andalucía. Por último, hay que destacar el inmenso trabajo que se aprecia detrás de todos estos nombres de personas, organizaciones o direcciones, sobre todo en las hemerotecas. Lástima que el esfuerzo no haya llegado hasta los archivos, pero supongo que todo tiene un límite; en todo caso, desde este libro queda abierta la vía para investigar más a fondo el andalucismo histórico.… (meer)