KG-6

Se trata de la reunión de tres artículos, publicados entre 1957 y 1960, todos basados en la correspondencia entre Carlos V y su mujer, Isabel de Portugal, durante los períodos en que él está por esos mundos de Dios y ella queda de gobernadora de España. Además de publicar una selección de estas cartas (con algún añadido, como una del emperador al papa para justificar la guerra con Francia de 1535-1538), cuyos originales están en el Archivo General de Simancas, el autor nos sitúa en el contexto y, sobre todo, analiza toda la época desde la perspectiva de la emperatriz, convertida en auténtica reina de España y que mira con una mezcla de desconfianza y preocupación (muchas veces, preocupación personal por su esposo) cómo su imperial marido se mete en empresas colosales muy lejanas de los intereses castellanos, máxime cuando el emperador casi no hace otra cosa que pedir dinero una y otra vez. Parece que por aquí encontramos una de las causas de la futura debilidad de España, a pesar de su dinamismo interno y de las fantásticas riquezas de América.

Pero me ha llamado la atención cómo se enfrentan aquí dos concepciones políticas, e incluso dos visiones del mundo y de la vida. Por un lado, el emperador, el último emperador, cuya visión del mundo y de su misión viene de la Edad Media, convencido de que lo principal es mantener unida a la "cristiandad" bajo su hégira y frente al "infiel", comprometiendo en ello su persona, sus bienes y, sobre todo, su honor (y, por descontado, los de sus súbditos). Por otro lado, su gran rival, el rey Francisco I de Francia, monarca "moderno", es decir, preocupado sólo por su propio país y que no tiene empacho en negociar o hacer la guerra con quien sea. Pero es que, en este lado, se coloca también la propia emperatriz Isabel, reina de España "de facto" y que no entiende por qué tiene su marido que ponerse en peligro y acabar con las vidas y haciendas de sus súbditos castellanos en empresas lejanas, haciendo la guerra a otro rey cristiano, cuando, frente a las costas españolas, están los auténticos enemigos, contra los que los españoles mantienen una dura y sorda lucha cotidiana. Dos maneras de ver la política e incluso, si me apuran, dos formas de ver la vida. Una de estas formas está casi ya fuera de tiempo. Por eso, no es de extrañar que, tras la muerte de Isabel poco después de la época que trata este libro, Carlos tuviese una primera crisis vital y, al morir Francisco I en 1547, decidió renunciar a todo y retirarse al monasterio de Yuste, perdido en el interior de Extremadura. Son ya otros tiempos. ( )