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Bezig met laden... Los judíos en Españadoor Joseph Pérez
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"La cultura sefardí siempre ha despertado gran interés más allá de la historiografía especializada. Tras la expulsión en 1492 y durante siglos, los judíos desterrados prolongaron su relación con España a través de numerosas manifestaciones en las que se citan, sin solución de continuidad, el resentimiento, la idealización y la nostalgia. El caso quizás no tenga parangón en la historia: raras veces una comunidad expulsada ha mantenido semejante fidelidad a sus orígenes. Incluso en las peores horas del siglo XX volvieron su vista a la tierra que aún contemplaban como refugio, España, donde tal vez no pueda hablarse de racismo antisemita pero sí de antijudaísmo. Ésta es la historia, bella y traumática, que trata de resumir el presente libro. " [Source : site Dawsonera] Geen bibliotheekbeschrijvingen gevonden. |
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Google Books — Bezig met laden... GenresDewey Decimale Classificatie (DDC)946.004924History and Geography Europe Spain and Iberian Peninsula Spain Spain - Ethnic groupsLC-classificatieWaarderingGemiddelde:
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dueños» toleraron a los judíos y éstos lograron prosperar. El judaísmo anda-lusí vive entonces una época de esplendor, como muestra la larga nómina deescritores e intelectuales hispanojudíos de relieve, entre los que destaca lafigura de Maimónides.Esta situación de avenencia se mantuvo hasta 1086, pero a partir de estafecha los nuevos invasores –almorávides y almohades–, defensores de la másestricta ortodoxia islámica, obligaron a los judíos a convertirse, lo que provo-có una huida masiva de hebreos al norte cristiano peninsular. Concluye el his-toriador francés este capítulo afirmando que la tradicional visión de la Españade las tres religiones conviviendo felizmente es falsa, como prueban los docu-mentos al respecto.En la España cristiana se tienen noticias de presencia judía desde el siglo X, número que se incrementó tras la invasión almorávide en 1086 y las per-secuciones de los almohades, a partir de 1146. Los monarcas cristianos acogieron a los judíos recién llegados con actitud benévola y en las comarcas en las que se asentaron, principalmente las del norte, los judíos llevaron, con carácter general, una vida intensa y dinámica durante los siglos XII, XIII y parte del XIV. No deja de insistir el escritor en varias páginas del libro en que los judíos únicamente fueron tolerados, en el sentido de no ser perseguidos,quizá por su utilidad, pero nada más lejos de reconocerles sus derechos; persevera una y otra vez en la idea de que entre judíos y cristianos, o musulmanes, sólo hubo «cohabitación o mera coexistencia [...] más que auténtica convivencia» (p. 83). El rechazo al judío es casi una constante, se trata de unantijudaísmo tristemente persistente y más o menos tolerado en el discurrir dela historia de los hebreos. Cualquier otra consideración es un tópico para Joseph Pérez. La peste negra del siglo XIV inauguró una etapa dramática para los judíos en España y en Europa. Todo parece desembocar en la estigmatización del pueblo hebreo como el responsable de todas las desgracias, lo que desata la violencia popular contra las comunidades de judíos, que alcanza consecuencias catastróficas en 1391 con las matanzas de varios cientos de judíos en Andalucía. Como consecuencia, muchos hebreos se convirtieron al cristianismo, surgiendo así «el problema converso». Los conversos eran considerados por algunos sectores como falsos cristianos y Joseph Pérez no niega la existencia –documentada afirma– del criptojudaísmo, aunque trata de matizarlo. La idea de la necesidad de acabar con el judaísmo y castigar a los que judaizaban por su herejía se abre camino, lo que apoya la hipótesis de que «la Inquisición hubiera nacido en medios conversos» (p. 151). En la España de los Reyes Católicos los judíos constituían una importante minoría urbana, aunque el autor opina que se ha exagerado mucho su papel en la vida económica. Los Reyes fueron «sumamente favorables a los judíos», pero las tensiones y la conflictividad existían, y entre otras medidas, los Reyes Católicos inician ante Sixto IV las gestiones para poder nombrar inquisidores en sus reinos, poder que utilizaron en 1480, el 27 de septiembre. Se ocupa en otro capítulo de la expulsión de los judíos, motivada por la lucha contra los falsos conversos y decretada el 31 de marzo de 1492, decisión a la que contribuyó el proceso sobre el presunto crimen del Santo Niño de la Guardia, caso considerado por Joseph Pérez como un «tosco montaje». Analiza las variantes que existen en las tres versiones que se conocen del decreto de expulsión: la de Torquemada, la castellana y la aragonesa. Considera el decreto y la Inquisición «como una mancha sombría en el historial de Fernando e Isabel» (p. 194) y el año 1492 como el fin de la historia del judaísmo español. Analiza las diferentes hipótesis sobre las razones que impulsaron a los ReyesCatólicos a tomar esa decisión y, según él, dicha determinación sólo es explicablepor motivos de índole religiosa. Justifica el hecho de que no se procediera inicialmente con los mudéjares –luego moriscos– de la misma forma, por ser menos influyentes, más sumisos o por no ocupar puestos relevantes. Considera que en la expulsión de los judíos primaba el deseo de ruptura con el pasado semítico, «con el fin de reintegrarse plenamente en el seno de la cristiandad europea» (p. 216). Finalizada la expulsión en condiciones espantosas, como las califica el autor, los judíos se establecen en países de Europa, como Portugal, los Países Bajos, Italia o Francia y en territorios musulmanes, buscando condiciones semejantes a las que tenían en España. De la diáspora sefardí destaca JosephPérez su fidelidad a la fe de sus padres, la solidaridad entre ellos y la «huella profunda» que les dejó España. De los que se quedaron, unos renunciaron definitivamente al judaísmo, los conversos, y otros siguieron fieles a él, los marranos o criptojudíos, con los quel a Inquisición se mostró particularmente severa en ciertas épocas. Mantiene el autor, de todos modos, que el criptojudaísmo, cuya manifestación más llamativa fue la de los chuetas de Mallorca, debió ser practicado de forma muy elemental para evitar problemas, por asimilación natural o por influencia cristiana incluso. Parece ser que algunos rabinos askenazíes se sorprendían de la tibia fe de aquellos judíos.El entusiasmo por mantener la cultura española y su ligazón a la tierra originaria es una constante en todos los sefardíes expulsados, destaca el autor. Todos continuaron empleando en el exilio el castellano, tal y como se hablaba en España en el momento de su expulsión y que no es otro que el judeo-español, lengua oral durante casi dos siglos, que se convierte en lengua de cultura escrita en el siglo XVIII. Actualmente su uso está reducido al ámbito familiar y apenas se escribe, aunque se realizan esfuerzos para revitalizar la literatura sefardí. El antijudaísmo ha sido un fenómeno palpable, sin embargo Joseph Pérez opina que en España no derivó en antisemitismo moderno; de cualquier modo se ha hecho poco a favor de los sefardíes, política y socialmente hablando,salvo honrosas excepciones. El régimen de Franco, a pesar de ciertas declaraciones ideológicas o posturas contradictorias, «se mostró bastante benévolo con los sefardíes y los judíos» (p. 320). Constata al final del libro que «lo sefardí, como tal, está en vías de desaparición» (p. 342), con lo que Sefarad terminará siendo sólo «una nostalgia».
Pilar DEL POZO JODRA