¿Nos traicionan nuestras propias huellas? ¿Qué diferencia hay entre un suicida inevitable y uno vocacional? A través de planteamientos como éstos, Vivir adrede reflexiona sobre la vida. La vida de los que aman y los que matan; de los que creen en Dios o le dicen «adiós»; de los que abrazan y de los que oprimen; del condenado a muerte y de aquellos cuya existencia es la condena. Y lo hace con la profundidad que sólo pueden lograr las palabras más sencillas.

Sin duda el más conmovedor de los libros de Mario Benedetti. Y no lo afirmo porque comencé a leerlo meses antes de la muerte de mi madre y terminé muy poco antes.
En la primera página de los falsos forros escribí (como suelo hacer en mis libros, los que marco, subrayo, anoto, porque es como devolverle las caricias y asentar el tiempo destinado). Este texto, además, sirvió y queda en una de mis obras, aún por publicar como libro, intitulada "Apuntes alrededor del Deseo" y que surgiera de una serie de entregas como bloguero oficial de una página que hiciera para promoción de la lectura Editorial Alfaguara, y que se conoció como "Cadena de Lectores" y que dio pie a uno de mis actuales blogs "Elogio de la lectura" (http://elogiodelalectura.blogspot.mx):
Tenía mucho tiempo, tanto como 20 años de no leer a Benedetti. El mismo tiempo casi que dura una de las penas más íntimas que aloja mi corazón y la misma que, cosas del destino y de la voluntad humana, me estalló como petardo en los últimos días de agosto [de 2008].
En un año particularmente marcado por los recuerdos, el cumplimiento de ciclos y el recuerdo de dos años de fatalidades, ahora, como enviado y dictado por mi gran amigo y padre putativo, Bartolomé Sauto, este librito, el más reciente (y último)de Benedetti (2007) llega para sumarse a la remoción de escombros que vengo experimentando en el alma como para "Vivir adrede".
Reconozco la parte de deuda que tengo con Benedetti. Su influencia en mi prosa y mi poesía no es para nada desdeñable aunque no la única, claro está. Solo un año menor que el Señor Sauto, Mario es pues también na especie de sabia y acogedora fuente de referencia, una a la que se vuelve cuando la noche se alarga, cuando el corazón se ensancha. Un amigo de cabecera, eso es, que halla sitio entre San Juan de la Cruz y Elesiastés, entre Béquer y Neruda, entre Unamuno y Mistral, por seleccionar solo algunos probables vecinos, sin olvidar a Gibrán.
Benedetti es espejo donde se reflejan mis afanes y mis desilusiones, amores y desamores, esperanzas y desesperanzas. Introducirme entre sus páginas me produce la sensación de estarme deslizando bajo mi propia piel y me duele y lo gozo me alegra y lo sufro.
Por Benedetti concluí, hace muchos años y ahora o confirmo que, casi como he dicho en otra parte, la vida es la primera obra, la divina, cuyo texto ha de leerse adrede, detenidamente, pausa tras pausa, con la conciencia plena de que cada momento es una página en estos "Apuntes alrededor de Deseos" que hacen de la existencia un libro inolvidable. ( )