Tendré que confesar mi incapacidad para conectar con las vanguardias. Cuando pasan las páginas y no sé de qué me están hablando me invade por igual la duda y la pena. La duda de no saber si yo soy un ignorante o es que me están tomando el pelo, y la pena de sospechar lo primero. Pero tampoco consigo abandonar el convencimiento de que la autora no comunica nada, salvo su propia verborrea. Quizá haya alguna historia que contar, algún pensamiento que meditar, algo, en fin que poder celebrar. Pues no, al final no. Apenas alguna reflexión que me ha aparecido aislada, como superviviente de un campo de batalla en el que el elevado pensamiento de la intelectual escritora ha arrasado con la mayoría de los lectores posibles. Bueno, al menos este libro me salió barato. ( )