En 1402 el obispo de Sigüenza es envenenado en la mismísima corte de Enrique III. Nadie duda de que el instigador del asesinato es Gutierre Álvarez de Toledo, cuyas aspiraciones al arzobispado de Toledo había cortado el muerto. El rey ordena una investigación y Álvarez de Toledo es encarcelado. Pero Enrique III morirá en 1406 y para entonces la familia del asesino ya se había encargado de influir primero sobre el regente Fernando de Antequera y luego sobre el propio Juan II. Gutierre es liberado y marcha a Aviñón llevando su apelación ante el papa. Tardaría algunos años, pero acabaría consiguiendo primero el arzobispado de Sevilla, luego el señorío de Alba de Tormes (que traspasaría a un sobrino y daría nombre a la familia nobiliaria más famosa de España) y finalmente el tan ansiado arzobispado de Toledo.

Todo esto era ya conocido, pero el autor ha topado por un lado con el expediente completo de la investigación judicial, con todos sus detalles, que está en el archivo del Monasterio de Guadalupe, y por otro lado con la copia de la apelación que está en el archivo de la Casa de Alba. Es lógico que se entusiasmase, y también el lector. Pero poco a poco se va desinflando, el lector al menos. Porque Nieto Soria, en definitiva, habla de lo que sabe: de las intrigas políticas de reyes, papas, nobles, obispos y demás. Pero se olvida de todo lo demás. Y esta documentación daría para muchos comentarios jugosos sobre vida cotidiana, sobre gastronomía (los ejecutores materiales del asesinato eran los cocineros del muerto y del matador), sobre las relaciones cotidianas entre los señores y los criados (se describen escenas de curiosa familiaridad), sobre la intendencia de la corte medieval, sobre los conocimientos químicos y botánicos de la época, sobre los usos judiciales, incluyendo la tortura, sobre las condiciones de las cárceles... ¡Yo qué sé! Si el autor se hubiera dignado en mirar hacia abajo, a lo mejor hubiera sacado mucho más partido de una documentación excepcional. Pero no. Le da vueltas una y otra vez a las intrigas políticas y uno a veces tiene la tentación de aburrirse. No se llega a tanto, porque ya digo que la documentación de base es fantástica y, en definitiva, Nieto conoce su oficio. Pero sobran las largas transcripciones y los tejemanejes políticos (aunque era inevitable contar algunos, so pena de no entender el asunto, claro) y me hubiera gustado algo más de investigación sobre el pueblo llano. Por cierto, la redacción es francamente mejorable: eso me ha sorprendido. ( )