Desde su más tierna y rolliza infancia, el gordito Casciari arruinaba las fotos. Todas las fotos. Nunca descubrió por qué hacía aquellas muecas espantosas, pero tampoco era capaz de evitarlas. Le pasó durante años y lo sufrió en silencio hasta hoy, que se atreve a contarlo en una novela. Su familia nunca supo qué hacer con él. Como prueba permanecen en su casa de juventud cantidad de fotos, en las que aparece inmortalizado con esa cara de idiota. Con el tiempo las cosas cambiaron. Ya no le decían el gordito, sino el Gordo Casciari, a secas. Se había convertido en un adolescente que arruinaba, sin querer, todos los momentos importantes de su vida. Ya no sólo fotografías, sino también amores juveniles, estudios, vidas ajenas y la salud de sus mayores.

Divertido, si bien en algunos puntos decae, mantiene siempre una escritura por sobre el promedio. ( )

Me cuesta decir esto porque Casciari me cae muy bien, pero este libro ha estado flojito, el peor de los que he leído de él. Más que flojito; irregular, desequilibrado: Casciari no encuentra el equilibrio entre el drama y la comedia, la realidad y la ficción. Va dando tumbos en una historia con momentos brillantes y desvaríos (pero de los malos, de los de ¿esto a qué viene ahora?) y lo que es peor, haciéndome desconectar a ratos de la lectura, algo que nunca me había pasado con él. Supongo que es por pasar de leer sus artículos y sus libros con capítulos cortos a esta nueva estructura. Lo peor de todo es que este no es mi Casciari. Quiero decir, el que yo tenía en mente: el crítico de series de televisión argentino, afincado en Barcelona, que lo exagera todo sin perder el sentido del humor, con una vida tan común como lo puede ser la mía. No me interesa su pasado, ni su presente, ni saber de su familia o de sus amigos si no es a retazos de humor, no quiero saber más de su día a día que lo que pueda quedar en una simple anécdota. Quiero al Casciari de Espoiler, y de España, perdiste.

PD: El pibe que arruinaba las fotos es el libro con el que he inaugurado mi Kindle. Y aunque el aparato está genial, y pesa poquísimo, y no abulta nada y es una maravilla, en definitiva, se me ha hecho un poco raro. Yo, que abrazo las nuevas tecnologías con toda la fuerza que puedo, me he encontrado frustada al no poder espoilearme pasando hojas del libro y leyendo al azar,o mirar cuándo comienza el próximo capítulo, o haciendo cálculos de cuando queda para acabar. Hábitos que no creía tener tan arraigados. Supongo que con el tiempo me acostumbraré, pero esto queda como testimonio de mi paso de un formato a otro.
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